Chitty-Chitty-Bang-Bang by Ian Fleming

Chitty-Chitty-Bang-Bang by Ian Fleming

autor:Ian Fleming [Fleming, Ian]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Infantil
editor: ePubLibre
publicado: 1963-12-31T16:00:00+00:00


Luego, puso el auto en marcha y avanzó lentamente.

Bueno, como podéis imaginaros, no resultó muy agradable pasar por debajo del esqueleto colgante, oír cómo sus pies se arrastraban sobre el capot, pasaban por encima del parabrisas y se soltaban casi encima de Mimsie, y después, por el asiento delantero y el asiento trasero, pasando entre Jeremy y Jemima. Pero los dos se arrimaron a los costados de sus asientos para evitar que el esqueleto los tocara —apenas los rozó—, hasta que, con un traqueteo final sobre el portaequipajes, dejaron atrás el esqueleto. Los tontos de Jeremy y Jemima no pudieron resistir la tentación de mirar hacia atrás y se llevaron un buen susto al ver al esqueleto, de espaldas, que se movía de un lado para otro, iluminado por las rojas luces piloto de «CHITTY-CHITTY-BANG-BANG». Entonces sí que se espantaron y se volvieron al instante, mirando con decisión hacia delante.

Ahora ya no había en el suelo arena ni guijarros, sino tierra apisonada, y se notaba una acusada pendiente a medida que la cueva se prolongaba más y más y el misterio se ahondaba, excitando hasta el máximo la curiosidad de la familia Pott.

De repente, el comandante Pott hizo ademán de escuchar atentamente, detuvo el coche y paró el motor. Entonces todos pudieron oír lo que él había oído: un gemido lejano, ora fuerte ora débil, y que les hacía sentir escalofríos en la espina dorsal.

—¿Qué es eso? —preguntaron a coro, tratando de conservar la calma.

El comandante Pott se inclinó y desenganchó la linterna que llevaba junto al parabrisas. Era una de esas linternas tan útiles que los automovilistas usan por la noche para inspeccionar el motor o leer las señalizaciones en la carretera. Iluminó el techo y las paredes de la cueva hasta que enfocó un armatoste provisto de brillantes hilos de cobre, que estaba firmemente fijado en la roca.

El comandante Pott lanzó una carcajada.

—Esto es un viejo truco —dijo, jovialmente—. Es indudable que alguien quiere asustar al que entre en la cueva. Éste es un instrumento musical que se llama arpa eólica. Se parece al arpa común, sólo que las cuerdas son mucho más finas, de modo que la más leve brisa puede hacerlas sonar, produciendo esa especie de gemido. El efecto puede ser realmente fantasmal cuando el viento sopla con fuerza y despacio, alternativamente. He visto este tipo de instrumentos otras veces; por ejemplo, en algunos castillos alemanes en ruinas, para asustar a los turistas. Pero estos turistas no se asustan, ¿verdad?

Todos los oyentes contestaron que no, pero sin mucha convicción. El comandante puso de nuevo el motor en marcha y siguió adelante, con la esperanza de que terminaran las sorpresas desagradables y cada vez más intrigado con el secreto de la cueva y sobre quiénes podían ser los que tanto se esforzaban por guardarlo.

Después de pasar las dos curvas siguientes desembocaron en un trecho completamente recto, y allí, ante la sorpresa de todos, «CHITTY-CHITTY-BANG-BANG» se detuvo bruscamente.

—¡Qué cosa tan extraña! —dijo el comandante Pott, mirando los relojes que tenía enfrente—.



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